Mensaje de Navidad, 2012
Espacio Sagrado, Oportunidad Gloriosa
María “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7, RVR60).
¡Qué lugar para que Dios se presentara! ¡No fue el alojamiento más cómodo preparado para el influjo de gente que vendría para el censo, sino un reparo para el ganado, un establo, quizá una simple caverna con un rústico comedero de animales! Al presentarse ahí, Dios reviste el lugar con su incalculable magnificencia y nos muestra el valor que debemos asignar a todo lugar donde Dios se manifiesta. La gloria celestial triunfa sobre la pompa terrenal y convierte a todo lugar en digno de respeto como espacio potencial para la manifestación del Dios viviente.
Un coro de ángeles había aparecido a los pastores. Despertados por las noticias de la intervención milagrosa en Belén, pasaron de las comarcas cercanas hasta el establo donde yacía el niño Jesús. En su visión, Dios había mostrado a los pastores que Aquel que es divino no desprecia lugares tildados de ordinarios. Cuando llegaron a aquel lugar humilde, entraron en la presencia de un bebé indefenso que era Dios encarnado. En Cristo, el segundo Adán, yaciendo en un pesebre, Dios vino a su propio mundo (Juan 1:11) para salvarnos de nuestros pecados (Mateo 1:21).
La manifestación del creador en un lugar tan humilde debiera ciertamente hacernos recordar del desafío que tenemos: el desafío de nunca considerar ningún lugar como indigno de una epifanía divina, y por lo tanto, despreciado y considerado fuera de lugar para aquellos que adoran a Dios. Podemos descubrir que muchas veces Dios se encuentra en lugares inesperados. Además, en cualquier lugar y en cualquier forma en que Dios se manifieste, debemos responder ofreciendo servicio en honor a Aquel a quien adoramos.
En las calles de nuestras ciudades, en nuestros barrios bajos urbanos y en las avanzadas rurales, en mansiones en las laderas y en tugurios en las riveras de los ríos, en lugares amenazantes barridos por los vientos del desierto y en fértiles tierras de cultivo llenas de granos, Dios se presenta en cualquier momento. Cuando Dios se aparece de incógnito, es cuando más necesitamos reconocer a Aquel que se manifiesta, y darle la respuesta requerida.
¿Podría ser quizá que Dios se te apareció recientemente disfrazado de un extraño que vive en tu país sin un status de residencia legal? ¿O quizá en la forma de una persona de la calle tiritando en el frío glacial, o abrumado por el acuciante calor de la tierra? ¿O quizá como una persona que sufre de VIH/SIDA o droga-dependiente? ¿O quizá como un mendigo con un cartel pidiendo una limosna, o yaciendo casi sin vida por la debilitante angustia del hambre paralizante? ¿Cómo respondiste a tu Señor? ¿Qué dijiste? ¿Qué hiciste?
Durante este tiempo de celebración, quiera el Espíritu Santo capacitarnos para que reconozcamos a Dios cuando se nos aparece vestido en los harapos de la pobreza, recubierto de las andrajosas ropas de la delincuencia, portando el rostro de un vagabundo, un adicto, o un paria social. Y dondequiera que Dios se presente, que la vulgaridad del lugar y sus imágenes asociadas, que pueden repelernos, nunca nos disuadan de abrir nuestros brazos bien abiertos. Entonces, que recibamos y abracemos a aquel que nos ofrece una maravillosa oportunidad de entender y hacernos cargo de las incomparables riquezas de nuestra humanidad.
Neville Callam
De parte del Secretario General de la
Alianza Bautista Mundial
Traducido por Daniel Carro