En diciembre, después de casi dos semanas de negociaciones, representantes de 195 países acordaron medidas para contrarrestar las causas del cambio climático. El mundo respiró con alivio ante el gran salto dado hacia adelante cuando se expresó la preocupación por la tierra y por las futuras generaciones que vivirán aquí.
Los cristianos que toman en serio la vocación de cuidar la creación de Dios celebran el resultado de la Conferencia sobre cambio climático celebrada en París. Las iglesias ahora deberán diseñar estrategias sobre cómo llevar a cabo los compromisos contraídos en la Conferencia por los gobiernos responsables en sul cumplimiento. Las Iglesias con un compromiso ecuménico entienden que esa defensa debe ser consistente con las afirmaciones que se hicieron en declaraciones de consenso sobre el cuidado de la creación, a partir de la década de 1960.
A este respecto,debemos recordar la Conferencia sobre Iglesia y Sociedad en 1966 en Ginebra, Suiza, donde surgió la preocupación por “una sociedad mundial responsable.” En la posterior discusión en la Asamblea del Consejo Mundial de iglesias (CMI) en Uppsala en 1968, se dieron las bases para la discusión sobre las obligaciones ecológicas de la iglesia donde los participantes discutieron sobre la noción de desarrollo. No en vano, la Conferencia sobre Iglesia y Sociedad en 1969 advirtieron sobre el impacto destructivo sobre el medio ambiente del uso de la tecnología.
Entre 1969 y 1974, una serie de consultas alertaron a las iglesias la urgencia de la crisis ecológica y tecnológica. Tal vez la más importante fue la Conferencia de Bucarest de 1974 sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo Humano. Los conferencistas reconocieron los imprevisibles problemas sociales, económicos, políticos y ambientales que acompañan a la filosofía del “crecimiento sin límites”.
Esta conciencia contribuyó al énfasis de la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) de Nairobi de 1975 en la necesidad de una “sociedad justa, participativa y sostenible”.
Cambridge, Massachusetts, en Estados Unidos, fue la sede de la Conferencia del CMI de 1979 sobre Fe, Ciencia y Futuro. La más completa apropiación de la enseñanza bíblica sobre el significado del dominio humano sobre la creación permitió a los participantes reconocer que la alienación de Dios va de la mano con la alienación de la naturaleza. La cooperación con la naturaleza llegó a ser considerada como un reflejo de la compasión de Dios que verdaderamente ejerce dominio final sobre la creación.
En 1983, cuando se celebró la VI Asamblea del CMI en Vancouver, Canadá, el foco estuvo puesto c en “justicia y paz para todo el mundo y respeto por la integridad de toda la creación. En el contexto ecuménico, la preocupación cristiana por el medio ambiente alcanzó su cenit en 1990 en la Convocatoria sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación en Seúl, Corea del sur, cuando representantes de las iglesias emitieron una declaración expresando el valor que adjudicaban a la integridad de la creación.
Los participantes de la convocatoria de Seúl aprovecharon la labor realizada por los teólogos de la iglesia ortodoxa en sus reuniones de Sophia y Minsk en 1987 y 1989, respectivamente. Recurrieron a los resultados de la reunión de 1989 en el Vaticano del Consejo Pontificio de Justicia y Paz,de la Iglesia Católica Romana así como perspectivas de académicos de la comunidad de iglesias evangélicas.
No fue sorpresa entonces ,que en la Asamblea del CMI en Canberra, Australia, en 1991, el tema fuera “Ven Santo Espíritu, renueva toda la creación” y un sublema “Dador de la vida, sostiene tu creación.”
Especialmente a raíz de la convocatoria de Seúl, se realizó una importante labor dentro de la la comunidad evangélica tratando de profundizar la reflexión sobre el cuidado de la creación que surgió en Seúl. Mientras tanto, dentro de la comunidad católica, la preocupación por la protección del medio ambiente continúa tomando impulso.
Un cuarto de siglo después de la declaración de Seúl, algunos debates contemporáneos sobre el cuidado de la creación no parecen reflejar el conocimiento de la larga historia de preocupación eclesial por el medio ambiente natural cuyas declaraciones de finales del siglo XX nos hemos referido en este breve comentario. Mientras tanto, especialmente desde la primera Conferencia Mundial de clima convocada en Ginebra por diversos organismos de las Naciones Unidas en 1979, la toma de conciencia sobre la necesidad de detener el deterioro del orden creado ha crecido a buen ritmo.
Muchos cristianos se regocijarán al ver el día cuando la comunidad internacional haya logrado ponerse de acuerdo sobre la necesidad de urgentes medidas para limitar el calentamiento global con el fin de reducir la posibilidad de catástrofes relacionadas con el clima. Oremos para que la determinación mostrada en la Conferencia de París en el año 2015 encuentre expresión en acciones complementarias que respeten la integridad de la creación y hagan de este planeta un lugar más seguro para todos hoy y en el futuro.
Neville Callam
Secretario general
Alianza Bautista Mundial
De enero de el año 2016