¡Gracias sean dadas a Dios!

Cuando a la tierra de los vivientes llegan las tinieblas de la noche,  cubren a todos. No importa la profundidad del compromiso ni la altura de la obediencia, nada puede prevenir la aparición de la noche en la experiencia humana.

Y cuando esa noche llega, el sentirnos atemorizados, nos llevará a estar cerca de lugares de desesperación.  Esto pasa cuando nosotros nos permitimos vivir solo ese momento, vivir cautivos del momento, y fallamos en avanzar hacia el horizonte en la oscuridad, para alcanzar la liberación de Dios que viene con la llegada del amanecer.

La espesa oscuridad no puede quitar la amorosa mano de Dios. Puede amenazar con esconder esa mano, de sacarla completamente de la vista; pero nunca la hará desaparecer.  Así que aun cuando habitemos en el reino de oscuridad, la promesa de la liberadora luz de Dios puede llenar nuestros corazones con la cercanía del día de victoria.

Seamos cuidadosos al reconocer que la cruz de Cristo no es solamente un símbolo de dolor y sufrimiento ocasionado por el pecado pues en ella está la garantía de la victoria. Jesús, al ser levantado en ella, lleva consigo a toda la humanidad. En el arco de la historia, la cruz no existe separada de la resurrección. El gozo es posible en medio del dolor porque Jesús es nuestro gozo. La tristeza del Viernes Santo permanece solo cuando nos olvidamos del Domingo de Resurrección.

Pronto llega la mañana del Domingo de Resurrección. La luz que ilumina todo el mundo reemplaza a la obscuridad del Viernes Santo. Lo que era parcialmente visible en la oscuridad de la noche del dolor y el desengaño ahora brilla en el amanecer del renuevo. La esperanza florece, la fuerza surge del temor luego de que Cristo ha resucitado. El verdadero propósito de Dios se hace visible para todos. “La muerte es aplastada hasta morir” para que nosotros podamos disfrutar la vida resucitada del Hijo de Dios.

Este Domingo de Resurrección, los cristianos no somos engañados por la oscuridad que amenaza con atraparnos en una tela de araña de negativismo y desesperanza. Vemos el poder del mal aun cuando las personas desesperadamente buscan señales de victoria sobre lo bueno y lo correcto.  La duda y la incredulidad toman control del corazón humano, llenándolo con un sentido de inutilidad en la vida. Sin embargo, aun cuando la oscuridad nos cubre, no nos sentimos abrumados, porque por la gracia de Dios, podemos escapar de la parálisis que producen los tiempos de desesperación.

En este Domingo de Resurrección, afirmamos que Cristo ha muerto, que Cristo ha resucitado y que Cristo vuelve. ¡Gracias sean dadas a Dios!

Neville Callam
Secretario General
Alianza Bautista Mundial

Traducido por Raquel Contreras